Hoy es 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de Violencia Contra las Mujeres, y no quiero que pase sin llamar la atención sobre algo que atañe como mujer, profesional de la salud y en especial como gineco-obstetra: la violencia obstétrica. Este tipo de violencia contra la mujer está tan normalizado que incluso en la formación y práctica profesional, tanto los médicos como las usuarias no notamos la agresión que ejercemos o recibimos.
Yo soy médica, ginceco-obstetra, y durante décadas he abogado por la atención respetuosa al embarazo y nacimiento, y hoy reconozco que en ocasiones yo misma he ejercido violencia obstétrica bajo la convicción de estar haciendo lo mejor de la mejor manera para el bienestar de la madre, sin darme cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo. Hoy pido sinceras disculpas a todas las mujeres que pude haber afectado negativamente con mis acciones que, aunque basadas en una buena intención, estuvieron permeadas por la profunda cultura de violencia en la que nos desarrollamos.
Hoy invito a que reflexionemos para alcanzar una real conciencia que nos permita identificar y erradicar la violencia obstétrica, y lograr que la intencionalidad de salvaguardar la integridad física y bienestar del binomio madre-bebé no socaven los derechos de la mujer en el nacimiento, sino que lleguemos a establecer como normal la atención respetuosa al mismo.