En el parto respetado el primer principio es tomar en cuenta las emociones y sentires de la madre, pues es ella quien toma la decisión de cómo proceder y cuándo podemos intervenir para ayudar. Para que esto sea posible es necesario ofrecerles información y acompañamiento durante el embarazo para que puedan conocer las opciones disponibles según su caso particular, sobre el embarazo y parto, pero también sobre los beneficios de la lactancia materna. Cada caso es único, no debemos vulnerar la dignidad de los involucrados. Dando espacio para respetar preferencias personales, diferencias étnicas, religiosas o culturales.
Actualmente la medicina obstétrica se ha encargado de traer a los bebés al mundo, y este proceso se ha ajustado más a las demandas de clínicas y hospitales antes que a las demandas de la parturienta. Se ha convertido en un proceso mecánico y deshumanizado que termina por ser violento contra la madre, el padre e incluso contra el bebé, en favor de la rapidez y simplificación que requieren los centros médicos para atender a más personas.
En el parto respetado no apuramos el proceso – permitimos que el mismo inicie y transite naturalmente. No se debe realizar ninguna intervención médica a menos que se considere necesaria y en este caso se debe ofrecer información pertinente a la madre y al padre para que sean ellos quienes puedan tomar la decisión final.
Libertad de movimiento durante la labor de parto, elección de la persona de confianza que acompañará durante el proceso y la posición en la que se siente más cómoda para pujar cuando llegue el momento son las decisiones de la parturienta. Debe poder mantener a su lado al recién nacido desde que nace, si el bebé o la madre no requieren cuidados especiales, y así permitir la lactancia materna desde el primer momento de vida.
Por último, en un parto respetado los recién nacidos tienen derecho a estar en contacto con su madre desde el primer momento y a ser alimentados con leche materna sin interferencias.